Y en verdad, los datos no lloran, no mienten, no ríen, no se burlan, no dejan cabos sueltos, no se enferman, no chismorrean, no politizan, no miente si no que ayudan a poner los pies en la tierra y saber en dónde estamos y hacia dónde vamos.
Son datos, que en el caso de México son tristes y crudos, flechas con dientes que hieren el corazón de una joven nación en búsqueda del bienestar total. Son datos concretos que refieren al estado quebrado que guarda la innovación tecnológica en todos los sectores de nuestro país, en su baja competitividad en los procesos productivos, en la incertidumbre de la administración pública y privada, y en especial en el sector actual de la salud.
Por ello, la inesperada pandemia del COVID-19 sólo vino a destapar los niveles del agua encharcada, sucia y de podredumbre de nuestra estructura tecnológica y de innovación en nuestro país.
Además fue la develación clara de una falta de estructura firme y suficiente que no tienen las bases suficientes para soportar cualquier embate. Y como siempre, quien apechuga todo el golpeteo, cuchilladas, bajezas, mentiras y otras acciones obscuras, es el noble pueblo mexicano. Es más, para dar un golpe de timón contra la marea roja, las crisis siempre son una oportunidad enorme para transformar viejas estructuras anquilosadas y defectuosas que dañan el espíritu y el alma de la misma patria.
Sin embargo, desafortunadamente y como siempre, el proceso de cambio, se queda sin cambio y rebotamos reiteradamente al mismo punto de partida, un retroceder sin avance cíclico sin causa.
Así, las lecciones aprendidas de este tiempo son, la falta de integración tecnología propia para dar servicios de salud de alta competitividad, o mejor dicho, la falta de apuesta al desarrollo de la cadena de proveeduría local de salud, quizá por la simpleza de un precepto mental sin juicio que enmaraña el descontrol propio por el control mismo, y esto es insensato.
Y así, este devenir seguirá en un estado anacrónico repetitivo por los siguientes siglos, si no se hace verdaderamente una disrupción en México en todos los sentidos, accione clara en la cual todos somos responsables.
Pero aún más, la tecnología digital ha estado presente durante el confinamiento de estos 50 días. No es posible imaginar días completos sin el internet, redes sociales, televisión y otros elementos tecnológicos que ayudan a ser la vida más llevadera, un poco más entretenida y menos complicada.
Además, quien no está al pendiente de los mensajes de las redes sociales, de los chismes, de las controversias -inocuas y sin datos- quien no revisan los nuevos memes que acaba de llegar y se alegran por lo chusco de la nota. Los maestros –feliz día del maestro- trabajan más preparando información para sus alumnos distantes y cercanos, llevando a cabo los famosos Webminar –clase en línea- el cual ayuda a utilizar con mejor eficiencia las herramientas tecnológicas que no tienen en el aula. Diría un buen amigo profesor, “están aprendiendo más, mediante estas nuevas formas de educación digital, que con en el método tradicional”.
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